Una de las máximas del ahorro consiste en buscar una relación atractiva entre la rentabilidad y el riesgo y lograr estructurar una cartera que pueda capear las diferentes coyunturas de mercado, minimizando las pérdidas y sacando partido a las oportunidades. Esta perspectiva cobra especial relevancia en el contexto de mercado actual, en el que la incertidumbre en torno al COVID-19, las restricciones en la oferta y los datos de inflación hacen que proteger y aprovechar el rendimiento de las finanzas personales sea una cuestión de primer orden. ¿Cómo puede conseguirse? Para los expertos, una de las respuestas se encuentra en la diversificación o, como dicen los ingleses, en una perspectiva de ahorro e inversión en la que “no se pongan todos los huevos en la misma cesta”.

Diversificar supone incluir en la cartera de inversión diferentes activos cuyo comportamiento no esté correlacionado, lo que significa que cada uno de ellos actúa y evoluciona de forma diferente, en función de las circunstancias y el comportamiento del mercado. Este hecho garantiza que, si alguno de los activos se comporta de forma negativa, otro lo hará de forma positiva y compensará, en consecuencia, las potenciales pérdidas, dando lugar a una cartera sólida y protegida. Con este enfoque, y más allá del binomio tradicional entre renta fija y renta variable, se busca ampliar el radar de inversión, incorporando, entre otros, materias primas, inmobiliario, divisas u otros activos alternativos.

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Es importante tener en cuenta que, en base a esta premisa, la diversificación permite maximizar la rentabilidad y mitigar los riesgos. Esto se debe a que una distribución adecuada en torno a los diferentes activos mejora la relación entre ambos factores, en especial en el largo plazo, lo que ofrece una cobertura positiva a los ahorros ante las potenciales fluctuaciones económicas. Para ello, es clave seleccionar y distribuir las finanzas de forma adecuada, considerando activos con diferentes grados de liquidez, exposición y riesgo. Tampoco podemos olvidar que un horizonte a largo plazo, además de favorecer la rentabilidad, permite incrementar el capital, generar un remanente para imprevistos y preparar de forma adecuada la jubilación.

A nivel práctico, los Fondos de Inversión son, a día de hoy, productos óptimos de ahorro e inversión a la hora de garantizar una buena diversificación y el equilibrio en las carteras. Este vehículo tiene la ventaja de ofrecer flexibilidad al inversor y de proporcionarle enfoques variados que se adecúen a su perfil de inversor y a su aversión al riesgo. Los Fondos de Inversión han de adecuarse a la normativa vigente, que establece en qué activos puede invertir cada Fondo y qué porcentaje de patrimonio ha de destinarse a cada uno de ellos, esto es, cómo se va a gestionar la diversificación.

En definitiva, la diversificación es un pilar fundamental de cualquier estrategia de ahorro y puede ayudar a defender las carteras frente a coyunturas de mercado adversas, ofreciendo la máxima rentabilidad y la mejor cobertura frente a los vaivenes del mercado.