La necesidad de ahorrar para la jubilación es un hecho ante la incierta sostenibilidad del sistema público de pensiones, al menos, en los términos actuales, fruto de los cambios en la pirámide poblacional en España. En este escenario, la tasa de sustitución, el porcentaje que supone la pensión de jubilación sobre el último sueldo percibido en la etapa laboral, se reducirá del actual 78,7% al 49,2% en 2050, según la Comisión Europea.

Comenzar a ahorrar lo antes posible para la jubilación resulta beneficioso por varias razones, principalmente por la oportunidad de empezar a aprovechar cuanto antes lo que se conoce como interés compuesto, que consiste en la acumulación de los intereses que se han obtenido durante un periodo concreto, tras invertir un capital inicial. Es decir, los intereses generados no se retiran, sino que se mantienen invertidos aumentando el capital para el siguiente periodo, proporcionando así una mayor capacidad de ahorro con menor esfuerzo. Lo que el propio Albert Einstein definió como “la forma más poderosa de la galaxia”.

Las aportaciones periódicas a planes de pensiones puede ser una forma eficiente de ahorrar, ya que se pueden modular y/o modificar en cualquier momento. Además, estos productos permiten también ajustar el perfil de riesgo e ir variándolo en función de las circunstancias, siempre respetando la regla básica de la diversificación. Asimismo, ya no existe la excusa de la falta de liquidez de estos productos. A los diez años de realizar la aportación, se pueden reembolsar las aportaciones a planes de pensiones realizadas a partir de 2015.

Quizá te interese:  ¿Qué diferencia habrá entre tu último sueldo y tu pensión pública?

Ventajas Fiscales

Por último, cabe destacar las ventajas fiscales de estos vehículos, cuyas aportaciones reducen la base imponible del IRPF, es decir, disminuyen los impuestos que se pagan. El máximo de desgravación fiscal es de 8.000 euros anuales, aunque en determinados casos se pueden añadir 2.500 euros más al cónyuge.En lo que respecta a los rescates en los planes de pensiones, al contrario de lo que sucede con otros productos de inversión, no tributan como rendimientos del ahorro, sino que se gravan como rendimientos del trabajo, en el tramo de IRPF que corresponda a cada partícipe. Por este motivo, suele resultar más ventajoso reembolsarlo en forma de rentas periódicas –que permiten beneficiarse de un tipo impositivo más bajo- en vez de hacerlo de una sola vez.