Se trata de un enorme desafío, pero también un sueño común. Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son un plan para conseguir un futuro mejor y sostenible para todos y la brújula para conseguir que todos los interesados, desde los gobiernos, la sociedad civil o las empresas elaboren políticas, planes y programas de desarrollo sostenible gracias a adecuadas estrategias de financiación y de movilización de recursos.

Estos ODS están ya cambiando nuestra forma de afrontar nuestras finanzas y nuestra inversión. Los inversores priorizan los activos que integran la cartera de sus Fondos intentando ya no solo obtener una buena rentabilidad, sino buscando una dimensión socialmente responsable.

En España, actualmente uno de cada cuatro euros en fondos de inversión cuenta ya con criterios de sostenibilidad, según Inverco, la patronal de las gestoras de fondos. En el primer semestre de 2022 se incrementaron en un 11%.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible se interrelacionan entre sí e incorporan los desafíos globales a los que nos enfrentamos día a día, como la pobreza, la desigualdad, el clima, la degradación ambiental, la prosperidad, la paz y la justicia. Entre ellos, también están el lograr una energía asequible y no contaminante, el ofrecer un trabajo decente y lograr un adecuado crecimiento económico o el apostar por la industria, la investigación y las infraestructuras.

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La subida de precios de la energía a lo largo de este último año nos ha hecho comprender mejor que lograr una energía sostenible es una oportunidad, que puede transformar vidas, economías y el planeta.

En materia de trabajo y crecimiento económico sostenible, las sociedades deben crear las condiciones necesarias para que las personas accedan a empleos de calidad, estimulando la economía sin dañar el medio ambiente. En definitiva, se pretende conseguir un crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible que beneficie a todas las personas por igual y no perjudique el medioambiente.

Las inversiones en infraestructura (transporte, riego, energía y tecnología de la información y las comunicaciones) son fundamentales para lograr el desarrollo sostenible y empoderar a las comunidades en numerosos países. Desde hace tiempo se reconoce que, para conseguir un incremento de la productividad y de los ingresos y mejoras en los resultados sanitarios y educativos, se necesitan inversiones en infraestructura.

Y si la economía se enfrenta a grandes retos y oportunidades, también la inversión; muy especialmente la financiera. El sector de fondos de inversión se está adaptando a este nuevo contexto económico. En los últimos años, la inversión socialmente responsable (ISR) y los fondos ESG han ido ganando en popularidad. Se trata de apostar por empresas comprometidas con ese mejor futuro para todos, sea cual sea el sector al que pertenezcan. En otras palabras, al invertir en uno de estos fondos se está financiando, indirectamente y a cambio de una rentabilidad, que puede ser tan atractiva como la de cualquier otro activo financiero, a aquellas empresas responsables en términos sociales. Premiando su comportamiento y contribuyendo con su crecimiento.

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Adaptar nuestras inversiones a estos objetivos se ha convertido en un requisito esencial en un mundo cuya ambición económica, social y medioambiental es cada vez más patente y dónde gobiernos, empresas y sociedad civil han de seguir el intenso ritmo de estos cambios.