En el fondo, la tasa de sustitución, también llamada de reemplazo, no es más que la relación en porcentaje entre el último salario percibido como trabajador en activo y el importe ingresado en concepto de pensión por jubilación. Por ejemplo, si el último salario es de 2.000 euros y la pensión suma 1.600 euros, la tasa de sustitución es del 80%; si la pensión es de 1.400 euros, ésta sería entonces del 70%; si sumara 1.200 euros, la tasa de reemplazo bajaría, por tanto, al 60%.

Visto desde otro ángulo, tal vez más real y cercano, la tasa de sustitución es también una medida de la pérdida de poder adquisitivo que cada trabajador va a sufrir una vez jubilado. Cuánto dinero va a dejar de percibir mes a mes. Con los ejemplos anteriores: en el primer caso perdería 400 euros; en el segundo, ya sería 600 euros y, en el tercero, 800 euros. Son cifras muy relevantes que pueden llegar a condicionar la vida de las personas mayores y marcar la diferencia entre disfrutar de una jubilación tranquila o simplemente sobrevivir a ella.

Por eso, aunque incluso esa jubilación se dibuje como algo lejano, es tan importante ahorrar de cara a ella. Destinar hoy por hoy una parte, aunque sea pequeña, mes a mes de la renta que, como trabajador activo se percibe, a un Plan de Pensiones, a un seguro de ahorro a largo plazo, a un plan de previsión… puede ser la garantía de poder disfrutar de la merecida jubilación al disponer de un ahorro acumulado que “compense” esa pérdida de poder adquisitivo. Piense en, por ejemplo, ahorrar los dos euros del café de cada día, unos 730 euros al año. Si lo hace durante 20 años acumulará cerca 20.000 euros; si son 30, su capital sumará casi 35.000 euros si la rentabilidad de su ahorro se sitúa de media en el 3%. Un buen colchón.

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Conviene empezar cuanto antes a ahorrar: en el futuro de las pensiones públicas se dibujan algunos nubarrones. En España, según los últimos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la tasa de sustitución, neta de impuestos, se encuentra entorno al 80% frente a la media del 62% que tienen los países miembros de esta Organización. Aunque es, sin duda, una de las más elevadas (se correspondería con el primero de los ejemplos: salario de 2.000 euros; pensión de 1.600 euros, pérdida de rentas de 400 euros) también es, según tanto la propia OCDE (informe Pensions at a glance) como la Unión Europea (estudio anual Ageing Europe), una de las tasas de reemplazo que mas posibilidades tiene, según sus estimaciones, de reducirse en los próximos años,  a niveles entre el 50% y el 60%, en línea con las medias de la UE y la OCDE.

La realidad es que desde 2011, España ha ido acometiendo una serie de reformas para tratar de garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones públicas. No es un secreto que la elevación progresiva de la edad de jubilación, la mayor exigencia de años cotizados, la ampliación de las bases de cotización, o la concreción de un  factor de equidad intergeneracional son medidas encaminadas a conseguir ese objetivo, aunque “su precio” sea reducir el importe de las pensiones públicas.

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En este contexto, solo cabe insistir en la importancia de ahorrar de cara a la jubilación.